En este espacio incluiré textos de amigas y amigos que comparten conmigo el mismo amor, pasión y deslumbramiento por el fascinante mundo de las palabras.
A todos ellos, mi profundo agradecimiento por la valiosa colaboración que, sin duda, habrá de jerarquizar este blog.
Osvaldo Raúl Valli
Leopoldo Marechal : ¿caducidad o vigencia?
(o la relectura como posibilidad creadora a partir de la Autopsia de Creso)
“...Dice que la tierra del hombre se
ha oscurecido y es ya un espejo
turbio de la cara divina .Dice que la
tierra del hombre ya es un higo que
se pudre sin gloria en el árbol de la
negrura final”.
L.M : La batalla de José Luna
Cualquiera que haya tenido acceso a los escritos del autor de Adán Buenosayres, advierte que el proceso de construcción no fue ni armónico ni lineal .Al contrario, aparece signado por búsquedas de diferente índole de las que el mismo escritor se ocupara de dar cuenta en diferentes oportunidades: desde aquel “sarampión de juventud” martinfierrista a los sucesivos “llamados al orden”, pasando por opciones a menudo de alto costo, instancias de luces y momentos de sombras, pasos de aprendizaje en la vida y en el arte . Procesos formativos en suma, que fueron diseñando un perfil de intelectual capacitado y abierto para discurrir sobre las variadas y complejas dimensiones de lo real. Nada le resultó ajeno, todo fue útil en el proceso de absorciones y reabsorciones, marchas y contramarchas en la nunca terminada tarea de buscarse a sí mismo: la metafísica, la teoría del arte, la teología, la filosofía de la historia, la sociología, la política (amén de la ciencia alquímica y de ciertas incursiones por el esoterismo)
No es el suyo, aunque resulte obvio reiterarlo, un discurso uniforme. Más bien se diría y siguiendo una imagen cara a su cosmovisión, que tomó la forma espiralada en que cada vuelta sobre el eje central configura una dimensión superadora de lo anterior. ¿Cómo explicar si no su constante evolución desde formas elitistas de los comienzos, a posturas de clara filiación popular, su abandono de concepciones cerradas en lo religioso por miradas más abarcativas y ecuménicas, su apertura comprensiva a fenómenos políticos complejos (como fue el castrismo en los 60) a los que encontró compatibles con su condición de -usando sus propias palabras- de “cristiano viejo y peronista”?
Marechal en presente
A poco más de tres décadas de su partida y en el centenario de su nacimiento se hace necesaria una relectura de su obra, sobre todo si atendemos a estas instancias en las que se habla del fin de la historia y de las ideologías, con escasos relatos creíbles y utopías en descrédito, casi menudo vaciados de certezas y con las alternativas sistémicas agotadas según manifiestan los augures del momento. Casi habría que concluir como se plantea, con un dejo de amargura, el filósofo mendocino Arturo Roig, en que no hay salida fuera del proyecto neo liberal. En este marco cultural me pareció adecuado “conversar” con Leopoldo Marechal, escudriñar en algunas de sus páginas y confrontarlas con los discursos que circulan en esta época. Encontrar en ellas indicios significativos que nos permitan inferir que, más allá de las particulares condiciones de producción, circulación y recepción todavía dicen algo a nuestro horizonte de experiencias. Y es aquí en este lugar, en este espacio que legitima el acto de la lectura desde donde puedo formular algunos interrogantes: ¿Qué posibilidades de elaboración actual poseen sus textos? ¿Cómo ubicar su sistema ideológico y su paradigma ético en este universo de pérdidas, fragmentarismos y disoluciones? ¿Qué supo intuir, desde su situacionalidad histórica, sobre el orden mundial de neoliberalismo basado en el reino sin límites del mercado del dinero? Finalmente: ¿Qué vigencia tienen hoy , desde la dimensión sociocultural aludida, los relatos que nos propone?. Es precisamente este último interrogante el que va a permitir desplegar la temática central de esta ponencia.
.No me refiero –valga la digresión- a los grandes relatos de la historia (aunque algunos de ellos hayan enriquecido su visión de mundo). Esos relatos ya superados según agoreras voces, aquellos cuya muerte -al decir de Lyotard- ya nadie lamenta en las “sociedades desarrolladas”. Apunto –tensando al máximo la cuerda semántica del término- a los relatos que conforman un sistema entrecruzado de textos y experiencias, de lecturas y de observaciones, de ensueños y certezas. Antiguos y al mismo tiempo vigentes, de identificable filiación y sin embargo releídos desde una visión personal. En todos los casos “funcionan” para sustentar el discurso ideológico del autor y para dar cuenta desde las diferentes dimensiones, filiaciones y procedencias, de las múltiples categorías de su pensamiento.
Un llamado al futuro
En agosto del 69, a menos de un año de su muerte Marechal había advertido acerca de uno de los peligros extremos de la edad contemporánea: la atomización que conduce a la total soledad y a la conversión de cada hombre en una “unidad aritmética sin ningún valor esencial que la diferencia de otras unidades”. Aquella metáfora del epígrafe (el “higo que se pudre sin gloria”) alude sin dudas a la dispersión y al olvido, propios de una época de “negrura final” cuya figura simbólica aparece representada por un personaje que es uno y es todos, posee en la obra marechaliana identidad corpórea (Lombardi, Severo Arcángelo, Ramiro Salsamendi), pero primordialmente constituye en esencia una línea de fuerza, una energía “satánica”, subyacente en un estado social que lo padece y paradójicamente lo legitima
Quintaesencia del “hombre de hierro” este personaje en el canto VIII del “Adán” es Vaysa para luego transmutarse en Creso, “El Hombrecito Económico alias el Rico, alias el Chancho Burgués, alias el estúpido Creso”. En los planes del Creador Creso estaba destinado a producir riqueza y a distribuirla con equidad pero como es un estafador nato “se abrió de la cooperativa y administró el negocio por su cuenta.”. En lo que hace a este trabajo Creso finalmente es el “protagonista” principal de la “Autopsia” que lleva su nombre, una especie de relato alegórico “pequeño ensayo” lo llama Marechal en algún momento) y llegó a considerarlo su “testamento político”.
¿Quién es Creso hoy? ¿Qué forma ha tomado el Hombrecito en su particular juego de transformaciones? ¿Utiliza las mismas armas de “mistificación” y corrupción” que entreviera Marechal? ¿Es tan fácilmente tipificable en esta dimensión de realidad cuyo signo más evidente es la contradicción, la complejidad, la incertidumbre?
Aquí llegamos al nudo de la cuestión: nuestro autor, pertrechado en su sistemas de creencias no sólo supo entrever lo que fermentaba en los complicados alambiques de la historia, sino que alcanzó a advertir las filtraciones que comenzaban a erosionar procesos e imágenes modélicas Quiero decir que al mismo tiempo que insinuaba que la tiranía de Creso “está llevando a los hombres no a la unidad por el amor sino a una suerte de atomización por el odio”, pudo conjeturar acerca de las mutaciones y metamorfosis que hicieran de la arrogancia dominante del sujeto capitalista de la modernidad, en una entidad de múltiples unidades desintegradas y por ello más peligrosas. Creso-mercado inasible y ubicuo , omnipresente y descontrolado , objeto de metamorfosis que ha trocado la insanable ridiculez del hombrecito en deidad sacrificial que en un mismo acto atrapa y devora, seduce y margina, globaliza y fragmenta.
En esta vuelta de tuerca histórica signada por el neoliberalismo y más que nunca regida por Creso-mercado, se ha ido instalando una nueva racionalidad, una lógica renovada que comienza a considerar como normal lo otrora aberrante: Neo Creso ya no roba como en su versión anterior “el tiempo del hombre”: en cambio cualitativo de impredecibles consecuencias escamotea la condición de hombre y crea una nueva clase: de los excluidos, marginados, desocupados.
. Neo Creso no sólo explota –como leemos en la Autopsia sino también descarta, expulsa, excluye. La flamante versión del Hombrecito ha avanzado más aún: en su lógica perversa ha conseguido manipular nuestras mentes para hacernos creer que lo aberrante es correcto y posible. ”Me apresuro a reconocer –había dicho Marechal- ...que los resortes astutos que obraron en su entronización deben imputarse a la línea de fuerza negativa o satánica que parece acelerar el descenso cíclico...” Esa línea de fuerza descendiente en la que Neo Creso acaba de auparse, ha operado –por un lado una suerte de anestesiamiento social a partir del cual cualquier hecho (justo o injusto) es “explicado” y aceptado con determinismo: (“Hay que achicar presupuestos, dejar gente en la calle, bajar jubilaciones porque así lo impone el mercado” suena el slogan aquí y allá sin distingo de banderías). Es sólo un simple ejemplo de algo patético esto es nada más ni nada menos que la justicia social reducida a la eficacia del mercado, el hombre sometido a los vaivenes de fuerzas que los desbordan y sin “enemigos” visibles y tangibles contra los cuales combatir. Neo Creso no da la cara o mejor dicho, se vale de una de sus múltiples caras para estimular la competencia (esa competencia capaz de exasperar las peores tendencias de la condición humana al decir de José Pablo Feinmann) y con ello facilitar la destrucción de los ideales personales y la erosión sistemática de los sujetos colectivos.
Pero hay algo más aún: Creso según Marechal, invadido por la sensualidad de la riqueza se sintió inclinado a cierta “mística de lo material” y con ello a convertir lo corpóreo en un dios y usufructuar ese dios en su propio y excluyente beneficio .En el reinado de NeoCreso esa actitud idolátrica ha producido lo que algunos llaman la “trascendentalización del mercado”. Y esto llevaría a hablar sobre el verdadero sentido del bien y el mal, de la solidaridad y el cinismo. ¿Nos preguntamos por qué se habla de fe, creencias, dogmas y sacrificios cuando se hace referencia a una porción de realidad en la que estos valores se han resignificado de modo tan opuesto?
Palabras (provisoriamente) finales
Marechal no fue ni sociólogo, ni economista, ni teólogo ni filósofo, y sin embargo ninguna de estas facetas del conocimiento le fueron ajenos, más aún constituyeron la sustancia en base a las cuales estructuró sus relatos. En su condición de creador fue sin dudas un hombre ocupado y pre-ocupado en las cuestiones que atañen a los otros hombres, de aquellas que hablan de lo sagrado y de lo terrenal, de estilos de transitar la vida y de modos de asumir la muerte. Lejos del escritor autista que vive mirando su propio ombligo, todo su discurso constituye una búsqueda constante, un continuo viajar hacia la alteridad. O dicho en otras palabras la puesta en servicio de una actitud de vida hecha lenguaje que en vez de “cantar verdades” sirva de puente a ese “otro” para reconstruir en y desde el presente su propia dimensión de las cosas de este mundo. Es sólo desde allí donde con más fuerza emerge en toda su frescura y vigencia la sugestión siempre actual y siempre viva de su palabra.
Nota: El texto de La autopsia de Creso utilizado forma parte del volumen Cuadernos de Navegación, Sudamericana, Buenos Aires, 1973.
_____________________
Osvaldo Raúl Valli. Profesor y Licenciado en Letras nacido en Santa Fe. Autor de Literatura, creación situada (Ediciones Sudamérica, Santa Fe, 1992), es responsable además de numerosos trabajos vinculados a la literatura desde diferentes perspectivas. En los últimos tiempos ha publicado en revistas y libros de diferentes lugares del país, diversos ensayos orientados sobre todo a construcciones teóricas acerca de la problemática de la cultura, enfocada en sus múltiples dimensiones.